ESPERO VUESTRA

OPINIÓN

 

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UN TRANVÍA LLAMADO DESEO

 

 

 

 

 

 

 

Un tranvía llamado deseo es, ante todo, una película de actores. Brando está descomunal en su papel de hombre primitivo, duro, incluso salvaje en ocasiones. Pero es Vivien Leigh la que representa el papel de su vida. Su personaje mezcla grandes dosis de ternura, locura y patetismo. Está magnífica y el espectador se identifica con ella desde el principio. Y tampoco podemos olvidarnos de los secundarios, espacialmente la hermana de Vivien en la película, una mujer completamente atada a su marido y prácticamente sin voluntad propia. Ver esta película es como ver una obra de teatro. La acción se desarrolla casi al completo en la casa donde malviven Kim y Brando, lo que ayuda a crear ese clima de agobio que tan bien se refleja. "Un tranvía llamado deseo" es dura, muy dura de hecho. Su argumento no deja indiferente. Es imposible verla y no sentir un nudo en el estómago... Esto pasa con el buen cine. Producción de la Warner, y realizada por Elia Kazan. Se basa en la obra de teatro "A Streetcar Named Desire", de Tennesse Williams, adaptada por éste y Oscar Soul. Se rodó en Nueva Orleans y los Warner Studios, con un presupuesto de 2 M dólares. Nominada a 12 Oscar, obtuvo 4. El productor fue Charles K. Feldman y el estreno fué el 18-IX-1951 en Estados Unidos.  La acción tiene lugar en el barrio francés de Nueva Orleáns, en 1946, a lo largo de unos 6 meses. Narra la historia de Blanche DuBois. que visita a su hermana menor Stella. casada con Stanley Kowalski.  Blanche es frágil, necesita cariño y ternura, ha vivido experiencias amargas, tiene unos 40 años y oculta un pasado. Stanley es un trabajador manual, rudo, grosero, violento, machista y maltratador, que necesita ser siempre el centro de su grupo de amigos.

 

La película desarrolla un drama psicológico centrado en el enfrentamiento entre Blanche y Stan, que se despliega gradualmente a partir del interés de éste por la pérdida de la antigua finca rural, Belle Reve, de la familia DuBois, sus pretensiones de acceder a la propiedad de una parte de la misma, el desprecio instintito que siente por la fragilidad y las formas delicadas, su temperamento violento, acentuado por el alcohol, su presuntuoso machismo, asociado a violencia de género, la necesidad psicológica de ser el jefe de los que le rodean, de mantener sometida a la mujer y de ser admirado por su fuerza física y su atractivo sexual. El perfil psicológico de Stan corresponde al de una persona atormentada por su participación en la SEGUNDA GUERRA MUNDIAL y dificultades de adaptación y equilibrio. Padece un síndrome de inseguridad que le impone conductas de sadismo. Blanche oculta una profunda frustración, varios fracasos sentimentales, un pasado promiscuo y un miedo enfermizo a la muerte y a la enfermedad. La batalla entre los dos personajes permite el lucimiento interpretativo de un joven Brando de gran magnetismo. Vivien Leigh extraordinaria actriz borda el papel de víctima no inocente, en el límite de la cordura y de su autonomía personal. La tensión entre ambos es verbal, emocional, instintiva, física y siniestra. La música consta de 15 temas jazzísticos, a los que añade un fragmento lírico de cuerdas que acompaña la confesión de Blanche a Stella. La fotografía hace uso de tomas largas, encuadres fijos prolongados y movimientos de notable expresividad. El guión acorta los diálogos teatrales y los combina con imágenes de gran potencia visual. Las interpretaciones de Brando, Leigh, Hunter y Malden, conforman un espectáculo soberbio y emocionante. Elia Kazan crea una obra mas que perfecta, digna de ser recordada por mucho tiempo que transcurra, estamos ante una obra maestra de incalculable valor cinematográfico.

 

 

La película por motivos de censura no hace referencia al hecho de que Blanche sorprendió a su marido acostado con otro hombre y que pregonó el incidente, lo que provocó el suicidio del mismo. Omite que Blanche llega a Nueva Orleans después de haber sido expulsada del colegio donde impartía clases de lengua y literatura, por corrupción de menores, al haberse probado que sedujo a un alumno de 17 años. No se incluye la escena de la violación de Blanche por Stan. Siempre pensé que ese “mañana será otro día” con el que termina “Lo que el viento se llevó” era mostrado en esta película... No hablar de Marlon Brando, puede ser una herejía que merece el mayor castigo. Él es Stanley. No puede haber otro que se acerque a la maestría y brutalidad que Brando exhibe en esta obra maestra. Pero a mí, me sigue sorprendiendo Vivien Leigh. La química entre estos dos actores es brutal; pero en este pulso que mantienen a lo largo de toda la película, no deja de ser curioso que la vencedora final sea la actriz inglesa, que nada tenía que ver con el “método”, principal herramienta de acercamiento a cualquier texto de T. Williams, y de la que Brando era su mejor exponente. Vivien está conmovedora (le dieron muy merecidamente su segundo “Oscar”), en el único papel de toda su carrera que está a la altura de su inolvidable Scarlata O’Hara.Su aparición en pantalla es mágica. Una estación de autobuses, un humo denso, casi una niebla del pasado, y surgiendo de ésta: una Blanche en el ocaso de su cordura. Una dama del Sur, reina de bailes e ilusiones, a la búsqueda de todo eso que ha perdido y que ya nunca encontrará. El miedo de sus ojos es tan real que no dejas de sentir una profunda lástima por ella. La batalla entre ella y Brando es descarnada, sin que quepa tregua alguna. A su búsqueda de la amabilidad, de ese espíritu del viejo Sur que también mostraba en “Lo que el viento se llevó”, opone Stanley una violencia cruda, rezumante de sexo, con ese carácter de gallo peleón que no soporta ninguna gallina más en su gallinero. La película está llena de secuencias magistrales, de una fotografía en blanco y negro pocas veces superada...el sudor se masca, hay luces duras y contrastes fuertes por todos los lados, de unos diálogos antológicos que te estrangulan el alma, como ese “siempre he dependido de la amabilidad de los extraños” con el que se despide Vivien Leigh y da fin a la película.

 

 

 

La película es una fiel adaptación de la laureada obra de teatro de Tennessee Williams. Se desarrolla en un ambiente posterior a la Segunda Guerra Mundial, cuando buena parte de la población del planeta buscaba nuevas respuestas al nuevo orden social. Europa se encontraba en un momento de confusión y trataba de encontrar sentido a normas sociales heredadas de las monarquías del siglo pasado, de la misma manera que da y ve el nacimiento a una clase social proletaria con alta capacidad de organización y necesidad migratoria. Ésta es la clase que ha de forjar el futuro basado en su juventud e ilusión y que posee una fuerza y vigor al cual es difícil resistirse. Surge una ola de inmigración de enormes dimensiones en los Estados Unidos, Latinoamérica y otras partes del mundo. Un movimiento que incluye a personas como Stan, quienes representan la juventud, la sangre nueva del progreso de las nuevas naciones, una generación que habla con honestidad y desprecia la arrogancia y las pretensiones del orden imperial, el cual decae rápidamente. Es en esos días cuando el Imperio Británico ve disminuir su influencia en el mundo y la fuerza de las sociedades comunistas es temida y admirada. Los antiguos imperios se diluyen y nuevos países forman alianzas de cooperación militar y económica. Blanche viene del sur de los Estados Unidos, es miembro de una familia y de una sociedad que representa los valores tradicionales que se heredaron de la Europa decimonónica, su plantación tiene nombre francés, inclusive su propio nombre es francés. Este sector de la sociedad norteamericana defiende los valores heredados de aquella época como son el racismo y la intolerancia de otro tipo de vida que no sea tradicional, "educado", culto y aristócrata. Un estilo de vida que entra en crisis frente a las nuevas formas de vivir del periodo de posguerra. Blanche personifica esta metáfora, una frágil señorita de sociedad con un pasado turbio que desea mantenerlo oculto. A quien que le importan las apariencias y que, sin embargo; despierta sospechas entre sus cercanos. El enfrentarse con la realidad y el ser violada por la fuerza y brutalidad de quien desprecia y por quien se siente atraída al mismo tiempo destruye la poca cordura que le queda, todo lo cual hace que su vida pierda el sentido y toda razón de existencia. Un tranvía llamado Deseo es una metáfora de la condición humana, del encuentro de culturas, del conflicto y la inevitabilidad entre la vida y la muerte, el entendimiento de esta realidad y posteriormente la representación de ella hacen que la obra de Tennessee Williams tenga una influencia en la definición de la palabra Deseo en el resto de la cultura del siglo XX. A partir de esta obra las sociedades norteamericanas y del mundo empezarían a crear otras obras de teatro, películas y libros donde se abordan temas y conceptos prohibidos hasta entonces, tomando como base esta obra. La idea del deseo es forjada por los medios de comunicación. Como es de suponer, Un tranvía llamado Deseo despertó admiración en unos y rechazo en otros. En un principio, el público de aquella época no soportaba ver la obra completa, especialmente en la escena de la violación; la gente salía del teatro a mitad de la obra. La censura intentó eliminar esta escena y modificar el argumento original, y Tennessee tuvo que hacer algunos ajustes, pero al negarse a quitar dicha escena y hacer modificaciones mayores, los miembros de la censura obligaron a que se hicieran cambios de tal forma que los personajes que cometían actos inmorales fueran debidamente castigados. Sólo así le permitirían a Tennessee seguir con su puesta en escena y posteriormente con su película. Sin embargo, estas pretensiones no tuvieron mayor cabida y no pudieron evitar el éxito de la obra; la cual con el tiempo logró marcar un referente.

 

 

 
El cuñado revelará episodios muy escabrosos y oscuros del pasado de Blanche y ella cada vez se siente más perdida y desamparada. Su extraño comportamiento y la brutalidad de su cuñado derivarán en un clímax insoportable, mientras todo el mundo cierra los ojos y vuelve la cabeza ante las injusticias cometidas a esta pobre y despreciada mujer, que no se merece tanta condena. Un reflejo crudo, sin filtros ni máscaras, de la sociedad justiciera que condena a sus miembros más frágiles y los arrastra por el polvo, mientras todo el mundo hace como que no ha pasado nada. Magistrales actuaciones, ambientación más que sobresaliente, un guión adaptado extraordinario que destila lirismo, melancolía, malevolencia y patetismo. Una de las películas más pesimistas y desesperanzadoras que he visto.Ya sabemos que Tennessee Williams es un señor bastante tremendo. De todo tipo de relaciones saca un dramón, pero lo que no se le puede negar es la originalidad al abordar temáticas novedosas. En “Un tranvía llamado deseo” aborda nada más y nada menos que el espinoso asunto de los cuñados, tema que más tarde volvería a tocar aunque de soslayo en “La gata sobre el tejado de zinc”. Os acordáis de la horripilante cuñada perpetuamente embarazada de Newman?. En fin, en esta historia hay un indiscutible protagonista visual: Brando. Su presencia es pura belleza, animalidad, erotismo e invitación al pecado. Cada una de los fotogramas en los que aparece podría formar parte de un calendario erótico. La suya es una masculinidad de esas potentes que emboba pero que da hasta miedo. Una masculinidad que, por cierto, debía fascinar a Williams porque prácticamente todos los protagonistas varones de sus obras están cortados por el mismo patrón: rudos, alcohólicos, muy machotes, bruscos en su trato con las mujeres, incluso hasta llegar el maltrato… Vamos, que al bueno de Tennessee debían irle bastante los chulazos. Frente a la fascinante bestialidad de Brando-Kowalski, la inquietante presencia de la cuñada chiflada, Vivien Leigh, un personaje también bastante poderoso pero con un tipo de poder mucho más sutil, basado en la manipulación y la explotación de su aparente fragilidad. Por fuerza ambos personajes tienen que chocar, aunque en ese choque hay mucho de atracción, al menos por parte de Blanche, y de deseo de dominarla por parte de Stanley.

 

Entre ellos, el personaje sumiso y conciliador de Stella. Hay que reconocer que Williams retrata magistralmente cómo funciona la violencia doméstica, incluso en unos tiempos en los que este asunto no solía salir del ámbito de lo privado. La irresistible atracción de Stella hacia su marido alterna con el rechazo por su brutalidad y así transcurre durante toda la película hasta que al final se ve obligada a elegir. Elia Kazan lleva esta historia a la gran pantalla a pesar de su carácter teatral.... Precisamente por este carácter la interpretación de Vivien Leigh desde el punto de vista cinematográfico resulta muy chocante, interpreta perfectamente a una Blanche de escenario casi igual que en pantalla. Personalmente no tengo nada contra las adaptaciones cinematográficas de obras teatrales, siempre y cuando quien las lleva a cabo sea plenamente consciente del cambio de formato y de la necesidad de romper con los códigos de la dramaturgia. Y en mi opinión en este film Elia Kazan casi lo consigue, con el personaje de Blanche. Por contra, no hay nada más puramente cinematográfico que la presencia imponente de Brando. De recios márgenes teatrales, la película contiene multitud de enfáticos apuntes, ya sea una realización centrada en actores y decorados, puesta en cuadro de pocas tomas y pocas cámaras, o la dirección artística de escalera, que sirvieron como confirmación de un Kazan enteramente embebido en su status de “autor”. Se supera así en parte el sedimento de evolución y aprendizaje de su primer cine, como es el caso de “Lazos humanos”, de morfología clásica -en el sentido más excluyente del término-, e incluso propuestas extrañas como “El justiciero” y su desarrollo periodístico y policiaco poco habitual en un director como Elia Kazan, quizás encasillado en la memoria del aficionado dentro de un cine de composición actoral. Kazan había dirigido poco antes la obra de teatro, así que empleó un reparto muy similar, lanzando al estrellato a un Brando que fue también protagonista sobre las tablas. Recurrió a V. Leigh para tener, al menos, un nombre de gran repercusión comercial. De todas formas, tanto en cine como teatro, la obra es digna de su directos y de los protagonistas.


 

 

 

En el borrador de proyecto de adaptación el director trató de dotar al guión de un halo más cinematográfico, presentado el pasado de Blanche DuBois y recurriendo a una pluralidad de localizaciones. Finalmente, optó por respetar la configuración teatral ciñéndose casi por completo a la unidad de espacio que podemos ver en la película. Desde luego, este tipo de propuestas, con toda la carga sensual de Tenesse Williams, con su visión del sur estadounidense -como las figuras de cristal o iguanas que habitan sus obras-, encajaban bien en Kazan y su tendencia del “método” hacia la introspección psicológica. Características que habrían de ser, sin duda, sello de estilo en buena parte de su filmografía. Pues bien, quizás de todo ello sea esta cinta pistoletazo de salida. Quizás también máximo exponente. El “Método” obtuvo perfecta promoción gracias a esta película. Gracias a Kazan y a Brando. Los cuerpos se retorcían en el contorsionismo de un abrazo, los primeros planos proyectaban mohines con la misma exageración con que las voces se dirigen a los palcos de teatro, y surgían del blanco y negro, omóplatos que se arqueaban hundiendo el pecho -Brando, Newman o Monty Clif-. Así, surgió el método Strasberg, como emergió la revolución en el jazz. Con fraseo emotivo, punzante, de gestos e improvisación. Interesante, aunque de la película queda poco por decir a estas alturas, es analizar la controvertida interpretación de Vivien Leigh, ver su efecto de pulpo entrando en una cacharrería.... de actores fetiche de Kazan y comprobar si sus clásicos modos de actriz de mirada perdida, ceño fruncido y Lawrence Olivier, que ya en la propia película se observan desubicados a lo Norma Desmond, realmente son inapropiados al compararlos con ese otro mundo de Brando y Malden o eficazmente al efecto de disociación que el personaje de Blanche experimenta entre la realidad y ese otro mundo imaginario de esplendores, pasados y traumas en el que se refugia.


 

Tan solo la demoledora interpretación de Marlon Brando sería suficiente para encumbrar este film. Pero es que todos los actores hace un trabajo colosal, como embebidos de la sombría puesta en escena de una sórdida Nueva Orleáns. Las destempladas interpretaciones en ese ambiente en penumbra que domina todo el film, trasmiten perfectamente y de forma apabullante con la llegada del personaje de Blanche, provocando a todos los que la rodean La amalgama de sentimientos y emociones cruzadas con que, sin concesiones, la película bombardea al espectador de forma casi cruel.... Una película obligatoria. El presente es una cara, un cuerpo, una cabeza llena de sueños, ilusiones y proyectos, una cuenta bancaria, una familia, un círculo de amistades... Y también un corazón gastado por las decepciones, las batallas perdidas. De ese material que somos nosotros mismos construyen los dramaturgos norteamericanos de los cincuenta sus mejores obras teatrales en donde encontramos personajes también inmensos en situaciones que limitan con su propia resistencia. Y todo ello en un contexto social también muy presente, muy influyente en los interiores de esos personajes, en donde una de las realidades es la inmigración y los conflictos interculturales. Eso es el teatro de Tennesse Williams,  un choque de trenes, una explosión, con sus momentos anteriores y consecuencias posteriores. Hace falta magníficos actores que hagan creíbles esas excursiones a los límites de la realidad... Y siguen haciendo falta magníficos actores para llevar al cine lo que en principio fue concebido para verse sobre un escenario. Por eso, Elia Kazan, que sabía mucho de cine y de teatro y, en concreto, de esta obra que había ya montado en Broadway, no tiene dudas al asignar nuevamente a Marlon Brando el personaje de Stanley, el rudo inmigrante polaco, y a Viven Leight el de Blanche Dubois en esta épica versión cinematográfica que es “Un tranvía llamado deseo”.

 

 

 

La cinta atrapa desde su inicio, donde una desvalida y desorientada Blanche recién bajada del tren se dispone a coger un tranvía y dice a un marinero < Me han dicho que coja un tranvía llamado Deseo, que luego transborde a otro que llaman Cementerio, y luego me baje en lo que llaman Los Campos Elíseos...El tranvía a ‘Deseo’ existe realmente, esto llamó la atención de Tennesse, ello en medio de un escenario envuelto en humo y de gentío, haciendo de Blanche por su apariencia un ser extraño, casi irreal, este contraste aumenta al llegar a la casa de su hermana, Kazan nos presenta en unas pequeñas pinceladas a los personajes acentuando sus caracteres, magistral.

 

Algunas frases para el recuerdo: -

Una línea puede ser recta, o una calle, pero nunca el corazón de un ser humano.

El encanto de una mujer es la mitad ilusión.

No quiero realismo, quiero magia.

Nunca he mentido a mi corazón.

La crueldad deliberada no es perdonable.

Siempre he dependido de la gentileza de los extraños.

 

 

 

 

La cinta nos deja algunas escenas prodigiosas, como la trémula violación de Stanley a Blanche mientras su esposa está en el hospital encadenando con inteligencia Kazan el final de esta secuencia con una manguera de agua que limpia las calles de suciedad, o su tenso final con Stella sumida en la demencia, pero al final derrochando dignidad yéndose hacia un auto del psiquiátrico, su hermana Stella se da cuenta de la bestia con quien está y lo empuja, huye al piso de su vecina con su hijo..... Stanley grita <Stellaaa!!!>, y a todos nos queda la duda si ella volverá a perdonarlo. Pero si por algo ha pasado a la historia es por la mítica escena en que Brando grita despavorido <Stellaaa!!!>, es de noche, Brando tiene la camiseta hecha jirones, está mojado por la lluvia, desesperado grita <Stellaaaa!!!> esperando que baje del piso donde está escondida, vemos a Kim Hunter que parece entrar en trance al escucharle y se dirige flotando hacia él, baja despacio, mirándolo con lujuria, de fondo la jazzística música, Brando se pone de rodillas llorando, ella le acaricia el cabello, le araña la espalda desnuda, él se levanta y se abrazan en un sensual beso, se alejan hacia su casa, la cámara los observa tras los barrotes de una barandilla metáfora de la red en que están sumidos.... Blanche baja corriendo hacia el apartamento, mira por una ventana y se impacta por lo que ve...

 

 !!!GLORIOSA!!!.

 

No obstante el reparto original tuvo otros pretendientes anteriores que por una u otra razones rechazaron, fué Olivia de Havilland o no cuajaron Robert Mitchum no obtuvo el permiso de sus estudio para encarnar a los futuros mitos. Tres de ellos se llevaron el Oscar y a Brando se lo quitó el, por otro lado estupendo, trabajo de Bogart en "La reina de África" y que Hollywood pecó de conservadurismo ante una interpretación tan moderna de un joven que aún no era una estrella y que marcaría un antes y un después en el mundo de la actuación. La película bordea con maestría los limites entre el teatro y el cine. Kazan quien en principio pensaba que poco más podía aportar la película a la obra, supo sacarle partido a los decorados, creando un ambiente atmosférico y opresivo con la casa y el entorno de ella, donde las luces y las sombras magníficamente fotografiadas por Harry Stradling junto con la composición de los personajes toca tanto el terror como ocurría en el fabuloso "El crepúsculo de los dioses" de Wilder estrenada el año anterior. La censura y la liga católica se lo puso difícil y enmascaró muchas situaciones que en la obra eran explícitas, incluso cambiando el final para que el "malo" pagara su culpa como Dios manda, desvirtuando en buena parte el poder de ese otro dios pagano y poderoso cuyo nombre lleva el tranvía. El preñado de sexualidad y por ende deseo de Tennessee Williams, consigue aflorar en la película por mucha censura que tuviera. Dos mundos entrechocan, el viejo sur elitista y ensoñador y el nuevo sur proletario y pragmático, ambos encadenados por la pasión y el deseo común a todos los mortales. El paso del tiempo, las expectativas frustradas, la ausencia de auténtico amor, la homosexualidad reprimida y las crueles convenciones sociales bullen en una olla a presión al calor del verano de Nueva Orleans para acabar explotando en nuestras conciencias.

 

 


Brando compone como nadie su personaje, en una actuación memorable. Pero es Vivian Leigh quien va  haciéndose con nuestra atención, enganchándose a nuestra alma para desnudar la suya en una espiral angustiosa de vida truncada, desmadejada, imposible de remendar.

 

Se han hecho y se siguen haciendo muchas versiones con desigual acierto. Aquí esta el molde y grabado en la historia del cine con letras de oro, porque UN TRANVÍA LLAMADO DESEO, es una obra maestra total y sus interpretaciones dignas de dioses, como ese Crepúsculo que Wilder dirigió y que es:

 

 

!!!GLORIOSA!!!..