ESCRIBIDME A:

 

mailto:cineparaiso2@gmail.com

 

 

 

 

MANHATTAN

de

Woody Allen

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Es difícil encontrar un film donde la protagonista principal sea una ciudad. Ese es el extraño y a la vez fascinante caso de la película "Manhattan", una de las mejores obras del gran director norteamericano Woody Allen donde un brillante elenco de protagonistas y secundarios: Woody Allen, Diane Keaton, Michael Murphy, Meryl Streep, Mariel Hemingway, Anne Byrne, disfrutan de la ciudad de Nueva York a la vez que hacen disfrutar al espectador al son de la preciosa música de George Gershwin. Obra de madurez de Allen, realizada en uno de sus mejores momentos de inspiración, sólo dos años antes había dirigido la también excelente "Annie Hall", repitiendo con Diane Keaton y filmada en blanco y negro para no perder ni una brizna de la magia de esa mítica ciudad que tantas veces hemos visto en el cine de esa manera. Película imprescindible para los amantes de las obras del gran Woody Allen. Manhattan no tiene doble mortal con tirabuzón en su trama; no tiene falso culpable, ni un crimen que resolver; no tiene un giro inesperado en su desenlace, y sin embargo no se me ocurre como hablar de ella con la debida coherencia. En Manhattan es más importante parecer sexy que serlo. El primer diálogo de la película, con el protagonista encendiéndose un cigarro es tremendo: No me trago el humo porque provoca cáncer, pero me siento tan sexy fumando un cigarrillo, reforzado luego con la aparición del ex marido de Diane Keaton y la fascinación que sigue produciendo en ella Woody:

 
- ¡Está estupendo! – exclama admirada ante un hombre en el que ninguna mujer se fijaría -.

En Manhattan nadie está contento con lo que tiene. Ni con su trabajo, ni con su antiguo coche, ni con el nuevo piso y los “ruiditos” que en él se oyen, ni con la persona que yace a su lado en la cama En Manhattan se nos muestra todo un universo de zombis intelectuales, que deambulan de museo en museo, de teatro en teatro, incapaces de encauzar sus vidas. Nadie sabe cual es el rumbo profesional a seguir, nadie sabe con quién quiere pasar el resto de sus días. ¿Cómo lo vas a saber si ni siquiera sabes con quién vas a pasar la mañana del domingo?... Es ahí donde emerge el maravilloso personaje de Mariel Hemingway. La quinceañera le da sopas con honda a los cuarentones caprichosos. Ella es el faro fuerte y sólido que aparece de pronto entre la bruma.

 


Isaac (Woody Allen) se da cuenta de su error dejando escapar a esa maravilla de 17 años, y corre unas cuantas manzanas hasta ella. Hace todo lo posible porque ella lo sepa. “He venido hasta aquí corriendo”, le dice jadeante. Piensa que eso es sacrificarse por amor, correr unas cuantas manzanas. Y sin embargo le aterra la idea de tener que esperarla 6 meses. La dulce chiquilla, tratada durante toda la película como una cría, es la única que sabe lo que quiere y a quién quiere. Y sobre todo, es la única capaz de sacrificarse por amor y por su futuro como actriz. En una secuencia soberbia, da toda una lección de principios al egocéntrico universo de Manhattan. La fotografía en blanco y negro, la banda sonora y lo fantástico de cada uno de los diálogos, la hacen única..

 

Aunque fue Annie Hall el trabajo mas oscarizado de Woody Allen, encontramos aquí la cúspide de su trayectoria cinematográfica. Simplemente para descubrirse cuando, acompañado de la música de Gershwin y a través de una fotografía que destila poesía en imágenes, en unos pocos minutos nos regala una más que eficaz descripción de Nueva York, completando así uno de los mejores arranques de película que uno es capaz de recordar. Porque esta película se guarda en la memoria como el sabor de un vino añejo, el olor de la tierra mojada tras la tormenta o la textura de la piel de un bebé. La ciudad cobra entonces vida y protagonismo, junto al propio Allen y Diane Keaton, para hablarnos de amores y desamores, dudas y desengaños, reflexiones e ironías a las que el mundo de Woody tiene acostumbrados a quienes no saben cansarse de su estilo narrativo y visual. Éste último aquí aprovechado por él, posiblemente como nunca, con el hábil manejo de la profundidad de campo y amplios planos secuencia. Se puede así disfrutar de un guión redondo con diálogos ocurrentes llenos de referencias intelectuales y también sarcásticas, donde mención especial merece Mariel Hemingway, de cuya dulce interpretación uno termina de enamorarse para, deseando emular otro guión del director, querer que salga de la pantalla y arrullarla entre los brazos desde el patio de butacas. Pues esta obra de Allen es en definitiva eso: algo que se convierte en cotidiano, pero que no aburre; de modo que cuando nos sorprende el final aún en pleno disfrute no queremos sino que un alma caritativa rebobine la cinta y comiencen de nuevo los acordes de “Rapsody in blue” y las imágenes en blanco y negro de los parques, aceras, puentes y rascacielos de Manhattan. Fué realizada por Woody Allen y escrita por él y Michael Brickman, se rodó en panavisión, con exteriores de Manhattan, Sutton Square.... Obtuvo 2 nominaciones a los Oscar (guión y actriz reparto, M. Hemingway). Producida por Charles E. Joffe, y se estrenó el 14-III-1979 en Estados Unidos...
 

La película suma elementos de comedia, romance y drama. Explica y justifica la admiración y el apego de Allen por su ciudad. La ve grandiosa, sobrecogedora, trepidante, hermosa, moderna y también, ruidosa y agobiante. La recorre con el espectador.....Al inicio y al final ofrece imágenes de la ciudad que glosan su espectacularidad y belleza. Uno de sus mayores alicientes es la amplia oferta cultural que contiene: conciertos, cine subtitulado, exposiciones, teatro. Entiende que es símbolo de un mundo nuevo, el de los 70, poblado por una sociedad superficial, estresada, apresurada, desbordada e insensibilizada por la droga, la televisión, las comidas rápidas, la música estridente, la práctica rutinaria del sexo, la falta de reflexión y de sentimientos. Más que de amores actuales, habla de amores pasados, desamores presentes, amores pasajeros, imposibles y traicionados. Explica sus neurosis, inseguridades y contrariedades, como por ejemplo el libro de Jill, su afecto por el hijo y su idea de que estar enamorado es motivo y causa de inmensa satisfacción. Contradice antiguos prejuicios, al establecer que la adecuada educación de un niño puede correr a cargo de una pareja de mujeres. Explica sus preferencias en música contemporánea...Louis Armstrong, clásica Mozart, Vivaldi, Mahler.... cine Bergman.... literatura Borges, Tolstoi... teatro Bretch... pintura Cezanne... El amor, la amistad y los placeres del arte y la cultura hacen que la vida pueda ser una aventura gozosa. La música se apoya en Gershwin ("Rapsody In Blue").  La fotografía, de Gordon Willis, sitúa elementos relevantes en todo el espacio escénico, coloca el foco de atención en posiciones no centrales, crea ambientes íntimos y exalta la grandeza de la ciudad. El guión disecciona la sociedad de los 70 y la dirección construye una obra templada, equilibrada, detallista y apasionada. Cada vez que visionas esta película se obra un pequeño milagro y caes en la cuenta de la cantidad de personas que consagran su vida a escribir, crear, a componer, explicarnos a los demás su visión del mundo a través del arte. Porque el arte no es ni más ni menos que eso, un don privilegiado y maravilloso que tienen algunos para explicarse y explicarnos el mundo y la vida. La escena en la que vemos a Woody, tumbado en su sofá recitándole a su grabadora las cosas que hacen que la vida merezca la pena antes de lanzarse a las calles en busca del último y desesperado intento por retener a su amor imposible es toda una declaración de principios al respecto. Si tuviera que hacer yo una lista con las cosas por las que la vida merece la pena ser vivida, sin duda la lista seria interminable. Los sociólogos nos lo explicarían con cientos de palabras, pero si deseamos verlo, si queremos contemplar cómo respira y late, cómo contempla igual que un gran edificio de hierro y cemento a los habitantes que bullen en su interior, cómo cada jornada ejerce su personalidad característica, la que permite distinguir entre sí a estos grandes seres colectivos, en esta película cuyo principal papel lo protagoniza la ciudad de Nueva York tenemos ocasión magnífica para cumplir nuestro deseo. Ya en el principio mismo, mientras una inconfundible voz en off trata de arrancar el "capítulo primero" en innumerables intentos, es presentada la protagonista en un collage-panorámica culminado encantadoramente en fuegos artificiales.

 

 

 

La ciudad siente a sus habitantes, que son intelectuales habladores, un poco pedantes y un poco esnobs, enfrascados en charlas incesantes acerca de divorcios, ex parejas, psicoanálisis de supermercado...Los planos abiertos que abarcan calles explican cómo la ciudad acoge a estos tipos que Allen clava con su oído sarcástico; cómo la tensión vital que corre por sus avenidas, como sangre por arterias. ¡Incluso aunque vengan de Filadelfia, donde lo tienen todo superado y creen en Dios!. Gershwin es otro de los hijos predilectos y pone la melodía idónea a este retrato, que Woody Allen realiza con devoción en B&N, para dar escenas deliciosas, como el diálogo en el Planetario, o mágicas, como la del paseo en coche de caballos por Central Park, la del Puente de Brooklyn iluminado mientras 'escucha' las confidencias de la pareja, o las apariciones de Manhattan ante el propio Brooklyn o Staten Island. Mágicas porque, lejos de ser mero decorado, un fondo inerte, Nueva York está presente: es paternal y maternal a la vez, llena la pantalla y ayuda a que, como concluye Allen:

- "Se pueda tener un poco de fe en las personas"-.



Lo dice el saxofonista y escritor Boris Vian:

- "Sólo existen dos cosas importantes: el amor, en todas sus formas, con mujeres hermosas, y la música de Nueva Orleans o de Duke Ellington”-

 

 

 En una sociedad poblada por humanos insensibles, egoístas e infantiles, la pedantería se convierte en un artefacto burlón, en un laberinto conceptual en el que la flecha directa de la sinceridad -encarnada por el personaje de Hemingway- se topa constantemente con paredes, pasadizos y puertas falsas, pero nunca con algo auténtico, por lo menos en el corazón de ninguna de estas boquitas que reniegan de la sinceridad como renegarían de una conversación en la que no pudiesen mencionar al menos a cinco de sus artistas atormentados favoritos.

 

Su cine es absolutamente personal. Al igual que un film de Tarantino al que podemos señalarlo y llamarlo enfermo; con Woody Allen podemos sentirnos intelectuales. En ésta película, Allen tiró la casa por la ventana. Pintó todo lo que quería que los demás pensásemos sobre él. "Oh, que intelecto", "Oh, que obra tan inteligente y madura".... No he visto toda la filmografía de este pequeño genio. No obstante, aquellas que en un principio cayeron en mis manos fueron visualizadas con abierto escepticismo. Me encantó "Delitos y faltas", que hasta los simios más primitivos podemos asimilar. Y bueno...he visto alguna otra que me hace respetarlo, como "Anna y sus hermanas", aun a pesar de eso....¿que demonios tengo aquí? Pues al sr Allen describiendo como es su vida: Seduce jóvenes, sale con sus amigos genios, folla con mujeres bellas e intelectuales, va al museo...y claro..¿qué podemos decir salvo: "Oh, que tipo tan inteligente", y que inteligente soy apreciando sus chistes". Es normal. Está visto que nos deleitamos en nuestra vanidad alagada.

 

 

 Pero..¿por qué es tan buena la película? ....quiero saberlo. ¿Por qué es en blanco y negro? ¿Por qué a Allen le gusta su ciudad? ¿Porque es envidiable su vida?. Es una verdadera suerte que el mundo sea una campana de Gauss que oscila como una montaña rusa.
 

cineparaiso2@gmail.com