ESCRIBIDME A:
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EL INOCENTE
Obra póstuma de
Luchino Visconti
"Mis filmes relatan frecuentemente la
historia de una familia, y su autodestrucción y descomposición. Cuento estas
historias como entonaría un réquiem porque me parece más justo y oportuno contar
tragedias. En mis filmes, las relaciones alcanzan un punto máximo de
exasperación. Los personajes son por voluntad propia, sea empujados por las
circunstancias, terminan por encontrarse cara a cara consigo mismos. La
protección que puede llegarles del amor o de la familia les falta y los
privilegios del poder y del dinero no les basta para protegerles. Están solos.
Sin esperanzas de poder cambiar nada en lo que a su situación se refiere y con
frecuencia sin siquiera tener el deseo o la voluntad de hacerlo."
Luchino Visconti
El inocente, que marcó el fin de la vida de Luchino Visconti, se inicia a partir de una de las más célebres novelas de D'Annunzio, el realizador, con Suso Cecchi, D'Arnico y Enrique Mendioli, han creado una historia dentro del estilo del realizador en lo que a fondo y forma se refiere, subrayando e inventando, cuando no existen, una serie de notas donde realismo y sociedad amplían el tenia central hasta transformarlo en lo habitual del maestro Visconti de los últimos años: la decadencia de las altas clases sociales. El inocente, como cualquier lector de D'Annunzio sabe, es el hijo fruto de una unión adúltera aceptada en teoría por un matrimonio separado de común acuerdo. El nacimiento de tal inocente, consecuencia del amor de la mujer con un escritor famoso, viene a romper tal acuerdo, planteando el problema de una posible paternidad fingida que el protagonista, Tullio, no está dispuesto a aceptar. El inocente pues, se interpone entre él y su mujer, en su nuevo amor recuperado. Por tanto es preciso sacrificarlo.A pesar de ser de que muchos críticos han considerado Confidencias como su "testamento", Visconti sigue decidido a luchar porque no sea su última película. Desde hacía tiempo le rondaban otros proyectos: como un film biográfico sobre Puccini centrado en su último amor, Sybil Seligman, que se llamaría Las cartas de Puccini a Sybil y donde el personaje del compositor podría estar interpretado por Mastroianni. O una biografía de la mujer del escritor Francis Scott Fitgerald, Zelda, basado en el relato Save me the Waltz, que habría permitido una reconstrucción del París de antes de 1929, y que encontró la oposición de la hija del escritor, temerosa de que su madre, alcohólica e ingresada en un sanatorio mental, no quedara bien parada en la pantalla, por lo que exigió una suma demasiado alta por los derechos. Una verdadera pérdida para el cine fue que tampoco filmara En busca del tiempo perdido, para lo cual ya había llegado a un acuerdo con Greta Garbo en el papel de la Duquesa de Guermantes y La montaña mágica habiendo concretado con el hijo del escritor, el historiador Golo Mann, estaba la conocida sintonía entre escritor y cineasta, que ya había dado como fruto Muerte en Venecia, sino que además La Montaña Mágica relata la historia de un enfermo convaleciente... Todo parecía ideal para ser traducido a la pantalla por Visconti en aquella época, dado su estado. Sin embargo, por una parte ello hubiera supuesto una vuelta al clima de montaña, y por otra, según declaró Cecchi d'Amico:
-"Ningún productor quiso oír hablar de la película... !! La historia de una enfermedad, filmada por un enfermo...!!!..."-
Si se hubiera rodado La montaña mágica, sus
protagonistas hubieran sido Charlotte Rampling como Claudia Cauchaut y Helmut
Berger como Hans Castorp. La elección finalmente recayó sobre El inocente, lo
que originó un nuevo escándalo debido a las simpatías por el fascismo del
escritor en la última etapa de su vida. Visconti saldría al paso de las
protestas afirmando que admiraba a D'Annunzio como escritor, aunque lo detestara
como ser humano. Previamente, se había pensado en otra obra del mismo autor, El
placer, pero los derechos estaban ya adquiridos. El rodaje debe empezar a
mediados de 1975, pero pocas semanas antes, el 3 de abril, cuando ya Visconti
comenzaba a ser capaz de caminar sin bastón, tras meses de intensos ejercicios,
sufre una caída y se rompe la pierna derecha, la que no estaba paralizada. El
comienzo del rodaje se pospone mientras el director sigue en el hospital. Los
productores ya han perdido dinero, hay incertidumbre sobre si por fin se filmará
o no. En septiembre Visconti anuncia que pese a todo dirigirá la película desde
la silla de ruedas y comentó que si hacia falta, "la próxima vez quizá lo
haga desde una camilla". Aunque no le hubieran financiado otros proyectos quizá
más atrayentes, no deja de ser representativo del prestigio de Visconti el que
en ese estado aún hubiera quien le financiara algo. En los títulos de crédito de
El inocente vemos la mano derecha de Visconti pasando las páginas de la novela
original de d'Annunzio, que es una forma de decirnos que lo que veamos en la
película es ni más ni menos que lo que contiene el libro.
Aunque el carácter de "testamento" corresponde como hemos dicho a Confidencias,
no deja de aparecer en El inocente un curioso parentesco con otra película
postrera de otro autor, Dublineses de John Huston, rodadas ambas en los umbrales
de la muerte y con una reflexión sobre la muerte. En El inocente encontramos el
tema del infanticidio, materializado en el recién nacido que da título a la
obra, sacrificado como los Inocentes de Herodes, además en el día de Navidad; un
tema que debía atraer a Visconti, quizás porque al final de una larga vida es
atrayente reflexionar sobre otra vida que se truncó nada más iniciarse. Pero,
además, en las escenas finales de ambas se muestra una influencia de los muertos
sobre el mundo de los vivos que nos parecería insólita. En el film de Huston, la
protagonista escucha una canción que le trae a la memoria a un chico que le
cantaba junto a su ventana, muerto en plena juventud hacía muchos años; la
emoción que le embarga es mucho mayor que todo lo que recordaba su marido en
todos sus años de vida conyugal. En el de Visconti, Giuliana rechaza vivir con
su marido una existencia confortable y lujosa de la alta sociedad, y tampoco
intenta rehacer su vida con otro hombre, sólo quiere vivir de los recuerdos,
como enterrada en vida; Tullio no comprende cómo alguien puede preferir la
compañía de los muertos a la de los vivos, cómo un muerto puede derrotar a un
vivo como él. Con esta escalofriante reflexión finaliza El inocente, un sólido
melodrama, con argumento accesible a todo tipo de público, donde Visconti
refleja la alta sociedad, una sociedad desocupada, a la que pertenece Tullio
Hermil, de quien en ningún momento del film se sugiere que realice algún
trabajo; en ese sentido, es representativo que su hermano Federico le diga que
Filippo es la única persona a la que envidia: "Nosotros hemos estudiado,
viajado, leído, somos ricos, inteligentes, hábiles, educados... ¿para qué?".
Cuando la película se estrenó en Cannes la crítica habló de los decorados y la ambientación, y como este lujo desempeña un papel esencial en el argumento, retrata a una clase social. En suma, El inocente es una película que cierra con broche de oro la trayectoria de uno de los más grandes maestros que haya dado el cine europeo.
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Para el matrimonio protagonista, Visconti había pensado en sus
pupilos Alain Delon y Romy Schneider, pero ella estaba entonces embarazada y él
estaba rodando otra película y, según Visconti, Delon no era lo bastante
"satánico" para encarnar a Tullio Hermil. La elección de los actores en esos dos
papeles fue cuanto menos sorprendente, e ilustra bien el gusto del cineasta
italiano de descubrir "nuevos registros" en actores encasillados en un cierto
tipo de papeles. Tullio fue Giancarlo Giannini, un actor habitual por entonces
en comedias, recientemente le hemos podido ver como el inspector Pazzi en la
película Hannibal, y que supo expresar bien la evolución del carácter de su
personaje: primero hedonista, luego poseído por celos y por último asesino.
Mayor sorpresa fue la elección de la musa del cine erótico italiano, Laura
Antonelli para interpretar a Giuliana; aparte de la posibilidad de explotar sus
"talentos naturales" en las escenas de desnudos y sexo explícito más audaces que
haya rodado Visconti... No en vano estamos en 1976, y la censura ha remitido,
debe reconocerse que la Antonelli hace una excelente composición de Giuliana,
expresando en qué momentos es realmente feliz y en cuáles debe resignarse a
fingir. Teresa Raffo estuvo interpretada por Jennifer O'Neill, actriz que había
saltado a la fama unos años antes con un inolvidable Verano del 42, y en los
papeles secundarios encontramos a viejos conocidos: Filippo d'Arborio es Marc
Porel, la madre de Tullio es Rina Morelli y como el viejo galán Stefano Egano
encontramos a Massimo Girotti, el protagonista de Ossessione, que así cuenta con
el honor de haber trabajado en la primera y la última películas de Visconti.
Mientras la película se finalizaba, también crecen los presagios de Visconti
sobre su propia muerte, haciendo bromas macabras con sus colaboradores sobre qué
pondrán sobre él las notas necrológicas. En la ficha técnica de El inocente
llega a tachar las palabras "Es una película de Luchino Visconti" para dejarlo
en "Fue una película...". Terminado el rodaje y el montaje, cuando se estaba
procediendo al doblaje y sonorización de la cinta, el 17 de marzo de 1976 muere
Luchino Visconti en su apartamento romano. Supo morir con la misma elegancia de
los personajes aristocráticos de sus películas: escuchaba la Segunda Sinfonía de
Brahms en compañía de su hermana Uberta hasta que en un momento dado dijo: "Ya
basta. Estoy cansado". Dos días después se celebra el funeral religioso en la
iglesia de San Ignacio de Roma, con la asistencia del presidente de la
República, Giovanni Leone, y del secretario general del PCI, Enrico Berlinguer,
precedido por una "ceremonia laica" en la plaza frente a la iglesia, llena de
banderas rojas. Dos meses después la película se presentaría en Cannes, con todo
tipo de críticas. El día de su entierro, Roma había amanecido llena de carteles
que decían:
- "LUCHINO VISCONTI. Hombre de gran cultura cuya obra ha enriquecido durante más de treinta años la historia del arte, del cine y del teatro de nuestro país, de Europa y del mundo. No olvidaremos a Luchino Visconti, militante antifascista de la Resistencia que demostró siempre una profunda y leal solidaridad con aquellos que trabajan y luchan".
Pero posiblemente su mejor epitafio fue el que pronunció unos años después su director de fotografía, Pasqualino de Santis:
- "Con Visconti muere también un cine que
sólo él sabía hacer"-
La versión cinematográfica, en su afán de ofrecer un retrato
de familia, y al tiempo la aventura social ya la vez costumbrista de una época,
ha realzado la importancia de algunos personajes corno la amante del marido, y
arrastrado a éste, hasta el suicidio, pues -según Visconti-, el público no
habría tolerado que un infanticidio quedara impune. Hay también alusiones a la
igualdad de la mujer, no sólo en el amor, en esta tragedia ,convertida en cuento
moral de ambición popular, hermosas escenas y desmesurados diálogos donde se
roza el melodrama y los personajes se presentan más como caracteres -el marido,
la esposa, la amante, la madre-, que como seres humanos que de serlo,
seguramente hablarían, amarían, y morirían de otro modo. Aquellos que gustan de
los filmes de imágenes impecables en lo que a forma y colorido se refiere, no
saldrán defraudados de estos alardes habituales en los que figurantes, cortinas,
muebles, flores, recrean una época tan fielmente como los cuadros que cubren las
paredes, más quien busque ahondar en ese mismo tiempo, en esos años decadentes y
dorados, seguramente habrá lamentado que el maestro, puesto a hacer su gran
retrato, en vez de D'Annunzio no eligiera a Proust. El atractivo Giancarlo
Giannini, interpretando a Tullio, convence, aunque un poco teatral, limitado por
su propio personaje. Laura Antonelli fía su trabajo a una cierta frialdad
destinada a contrastar más tarde con, la belleza del desnudo. Jennifer O'Neill,
bellísima actriz, cumple con sus registros y da un aire muy del estilo de
Visconti...está soberbia. Este es el balance de El inocente. Quizá con él y
pensando en el Palmarés de ese año, Visconti, como el Cid, ganó su última
batalla después de muerto.
Confieso que me quedé hipnotizado por El inocente, la obra
póstuma de Visconti. Bella y decadente. Mi mirada no podía alejarse de la
pantalla. Estaba absolutamente anonadado por el ser más repugnante, decadente y
desagradable con el que me he topado últimamente en pantalla grande. Un retrato
formidable de un personaje, vuelvo a repetir, desagradable al máximo con nombre
de viejo linaje aristocrático, Tullio Germil, Tullio, seductor, atractivo y
amoral y finalmente hombre atormentado y nunca satisfecho, va por una vida de
ociosidad, riqueza, comodidades, placeres y conocimientos pero con un vacío
existencial que ante el aburrimiento le hace convertirse en hombre cruel y
dominado por el lado oscuro. Visconti, un hombre al final de su vida, que
adoraba el cine como arte, eligió como obra póstuma la adaptación de una novela
de D’Annunzio. El maestro mezcla la elegancia, el reflejo de una clase social
decadente, el espíritu de una época, su pasión por la música clásica y la
literatura y crea una obra bella, como un triste adiós. Como una ópera trágica o
un melodrama de época de barroquismo elegante, el realizador italiano se despide
de todos con dosis elevadas de belleza y con un retrato extremo de una clase
social en decadencia. Un mundo de apariencias y elegancias que se hunde en
sentimientos, acciones y pensamientos oscuros. Junto a Tullio Germil nos
encontramos con su ocioso, pero quizá de mirada más limpia o con un sentido más
real de su propia inutilidad, su hermano Federico, el escritor romántico Filippo
D’Arborio, la madre de ambos, una mujer que vive retirada y que representa las
antiguas maneras de una clase, la atormentada esposa de Tullio arrastrada a la
desgracia por un marido absorbente y atrapada en un mundo de apariencias y una
amante libre que sabe observar, escuchar y jugar las reglas de la apariencia
pero con un espíritu observador e inteligente, la condesa Teresa Raffo. En el
centro de todo el relato, de toda esta cadena de decadencias, apariencias y
desaparición de una clase, aparece el inocente... un bebé.
Visconti nos lleva de la mano a los salones de música también lugares de
encuentros y chismes. A los salones donde los hombres practica el deporte
elegante de esgrima. A los dormitorios y habitaciones de esta clase ociosa en
pleno siglo XIX. A sus hermosas villas y jardines. A sus celebraciones, cenas o
misas. Nos deleitamos con la decoración cuidada de las habitaciones, a las
hermosas casas, al vestuario exquisito y los peinados femeninos elaborados, a la
cuidadosa elección de los colores y tonos en cada tramo de la historia…, para
imbuirnos en el espíritu enfermo de Tullio y cómo arrastra, sobre todo, a su
esposa Giuliana donde ambos más que darse otra oportunidad de empezar de nuevo
se unen en una relación más oscura y enfermiza si es posible. Tan enfermiza y
oscura que duele. La elección del triángulo principal llamó la atención en el
momento del estreno. Giancarlo Gianni, actor de coproducciones con Alemania,
Francia y España, poseedor de un morbo especial y protagonista de populares
comedias en esos momentos, ofrece un trabajo perfecto como aristócrata
decadente. Para el papel de la esposa, personaje complejo, Visconti elige a una
actriz muy conocida de los setenta producto del destape y hoy en día mas que
olvidada, una hermosa Laura Antonelli que brilla con su personaje torturado.
Laura siempre tuvo al margen del cine una vida trágica y complicada. Y, por
último, para la amante reconocemos el rostro moreno y atrayente de la actriz
norteamericana Jennifer O’Neill que acababa de enamora a toda una generación con
Verano del 42. Y el extraño triángulo, funciona. Visconti cuenta a través de las
imágenes y las miradas. El inocente es una historia de elipsis donde el
espectador va desnudando sentimientos e historias ocultas que el mundo de las
apariencias sólo deja intuir. Así la historia de amor entre la esposa siempre
abandonada y humillada pero nunca libre por Tullio con el escritor romántico
sólo es intuida. Sólo les vemos juntos el día en el que se conocen. Y sólo
sabemos las consecuencias de su amor cuando descubrimos que Giuliana está
embarazada. Tullio no tiene reparo en decir a la esposa que desea a Teresa, que
no tiene reparo en dejarla una y otra vez pero exigirla que le comprenda y
ayude, cuando intuye que su esposa es infiel, es decir, que también tiene un
amante, quiere volver a poseerla pero de una manera enfermiza, brutal y casi
profanadora. Tullio rechaza y siente celos enfermos hacia el escritor romántico
y hacia el hijo futuro. Piensa que su esposa sólo será de nuevo su posesión si
se enfrenta con el padre y si el hijo, se intuye que fruto del amor, desaparece
del mapa. Y así nace una nueva relación entre la pareja. Él desarrolla unos
celos extremos y sibilinos y ella entra en el juego por miedo a perder lo que
ama. El inocente envuelve por su belleza, su espíritu eligiaco y por el reflejo
triste de la decadencia. Emociona ver en los créditos unas manos ancianas, las
del propio Visconti, que toman un viejo libro y van pasando las páginas…,
Luchino Visconti fue un aristócrata de cuna, que conoció las
veleidades de la nobleza desde su mas tierna infancia, y sabia de ese mundo
fatuo y superficial más que nadie, merced a que siempre estuvo acostumbrado a la
vida de palacio. En sus inolvidables trabajos cinematográficos plasmó como nadie
aquél mundo de oropel decadente y marchito, que estaba empezando a desmoronarse
como un castillo de naipes. "El gatopardo", "Senso", "Luis II de Baviera", y "El
inocente" son ejemplos más que sobrados. En esta obra póstuma todo el esplendor
de su cine esta presente, grandes mansiones habitadas por unos personajes
rancios y caducos que a duras penas se soportan. Matrimonios caducados de
inicio, viviendo una falsedad sostenida en la apariencia de las formas, aunque
en el fondo palpita el odio, los celos, y la lujuria de unos seres condenados
por sus miserias. Giencarlo Giannini, da vida magistralmente al aristócrata
desencantado que vive en un escaparate permanente, dueño de una casta superior
que desea todos los placeres mundanos. Tener esposa sufrida y resignada y a la
vez amante lujuriosa, sin que nadie se moleste, parece cuando menos
fantasioso."El inocente", es un film de gran calado tanto en el plano estético
cómo emocional. Gran trabajo tanto de dirección, actores, así como de atrezzo y
vestuario. Sin duda toda la estética de su puesta en escena la conviertan de
inmediato en una obra de culto, maestra de la grandiosidad y la opulencia, al
servicio de un refinado espectáculo visual sobre el decadente mundo de la clase
aristocrática. Recomendable ver mas de una vez, siempre encontraremos en ella,
como en toda la filmografía del maestro, esos detalles que nos cautivaran
eternamente.
La polémica llegó para Visconti por adaptar la historia de un escritor de pasado maldito, un escritor decadentista, muy querido por el fascismo italiano por las simpatías que aquel tuvo por la ideología fascista, lo que llevó al director a justificar su película alabando la prosa del escritor pero repudiando la ideología que sostuvo en sus escritos. Pero Visconti, como en otras de sus películas, buscaba la idea del inocente, alguien que no estuviera mancillado por la culpa, ya que los personajes adultos usaban la doble moral, la hipocresía en sus acciones. Por ello, el inocente es el niño, fruto de la culpa, un ser que es condenado nada más nacer por un hombre atormentado, que lo tiene todo, pero no tiene nada. Recordemos que en Muerte en Venecia, basada en la gran novela de Mann, el personaje del inocente es Tadzio, un joven polaco, del que se enamora Ashenbach, el ilustre compositor, pero la inocencia es falsa, porque este personaje conduce al músico a un camino fatal, que acaba en la muerte. El poder metafórico de este inocente nada tiene que ver con el niño que tiene Giulana, pero ambos son el resultado de una culpa, la de la infidelidad de Giuliana, consecuencia de los adulterios de Tullio y el de Muerte en Venecia la culpa es de un hombre que no puede reconocer la dimensión de una pasión. Visconti explota el tema más recurrente en su producción artística, la burguesía y su vacío espiritual. En el caso de El Inocente se detiene en el comportamiento de un hombre perfectamente racional, patológicamente racional. En la concepción de este individuo, toda relación es un negocio, toda acción parte de un contrato, y toda persona una cosa, clasificable únicamente en útil o inútil para sus objetivos. Dentro de este frío comportamiento de máquina, un único sentimiento quiebra su coherencia y lo humaniza, en la peor expresión de este concepto. Los celos, cubren toda su esfera sentimental, no hay amor ni odio en él, no hay paz ni lucha, ni amistad ni indiferencia, solo celos. Este profundo deseo posesivo, muy acoplable al consumismo propio de la burguesía, se va enquistando en sus razonamientos, va nublando su mente, y, como un cristal, termina invirtiendo la imagen que percibe de la realidad. Para ese momento, las decisiones que cree hacer para su exclusivo beneficio, no hacen otra cosa que destruirlo, y en esa perfecta inversión entre su autodeterminación y la consecuencia de sus actos, es que termina su historia.
Aparte de narrar esta oscura historia, la
película se destaca por lo exuberante de su arte, la cual esta al mismo nivel de
“Il Gatopardo”, a su vez el vacío emocional que padece el personaje esta
perfectamente expresado en cada una de las escenas de la película. Esta falta de
drama, esa ausencia de gestos en el actor al momento de tomar las decisiones más
duras, son muy creíbles y reflejan fielmente la desconexión con los sentimientos
propios que sufre, y es precisamente ese logro comunicativo la mayor distinción
de esta obra. La atracción de Visconti por D´Annunzio viene con la presencia
continua de escenarios lujosos, ya que El inocente es una de las películas más
barrocas y ornamentales del director italiano. La presencia continua de
cortinas, alfombras, mármoles y dorados, son en función de presentar un mundo
ocioso y decadente: la suntuosidad de las habitaciones de Teresa Raffo, los
trajes negros de los protagonistas en la muerte del niño, los sombreros y los
velos opacos de Giuliana con los que cubre el rostro son, como detalle curioso,
una clara inspiración de los que usaba la amante de D´Annunzio, Eleonora Duse.
Son también metáfora de una mujer que se esconde por fuera, como muchas mujeres
de la antigua Italia, donde el hombre, su machismo, pesa sobre ellas, educadas
para ser madres o esposas.La película tiene dos espacios bien diferenciados, la
sala de esgrima donde Tullio practica el deporte con sus posibles rivales
amorosos, demostrando su alto sentido del machismo, y la alcoba, vemos escenas
donde charla con su amante, parece más una confidente que una persona a la que
ama, pero también vemos al Don Juan romano buscando sexualmente a su mujer, la
inolvidable Laura Antonelli, la cual demuestra su enorme potencial sensual, pero
con la mirada de Visconti, la sensualidad de la actriz siempre es vista con
decoro y con clasicismo.
En la historia del cine, ha habido muchos inocentes, desde
aquellos que eran explotados por el señorito y el antiguo caciquismo como sucede
en la adaptación de la famosa novela de Miguel Delibes que realizó Mario Camus
en 1984, Los santos inocentes, hasta los niños inocentes, solo en apariencia, de
la película de Jack Clayton de 1961, con Deborah Kerr, basada en la novela de
Henry James, "Otra vuelta de tuerca". Ha habido tantos inocentes en la historia
del cine que ahora me viene a la memoria James Stewart, al final de Qué bello es
vivir, la historia de un hombre bondadoso que está a punto de perderlo
todo...Pero he elegido una película que me gusta especialmente y que representa
el testamento fílmico de Luchino Visconti. Si el cine del magistral director
italiano es todo un homenaje a un tiempo que se acaba, a una forma de vida que
se marcha para siempre, recordemos la mirada del príncipe de Salinas en El
gatopardo, entre otras grandes cintas de Visconti, en esta película, la
recreación detallada y minuciosa de otra época es absolutamente impecable, en la
línea de Senso o Muerte en Venecia, dos obras de culto, de enorme maestría
fílmica, junto con El gatopardo. En El Inocente hay una escena muy interesante,
la que ocurre en la ducha, después del esgrima, cuando contempla al hombre que
ha estado con su mujer, Tullio admira a su oponente y lo imagina en los brazos
de su mujer, otra también es el cuerpo de Giuliana, en la inolvidable escena de
Villa Lila, cuando él le reprocha que nunca ha sido su amante, porque nunca se
ha ofrecido a él en cuerpo y alma. Vemos el cuerpo, de nuevo y sabemos que nadie
ha traspasado el umbral del amor, que es un cuerpo al que nadie ha accedido en
su plenitud, ni Tullio, ni Filippo.
Mi amor por el cine viene de hace años, muchos años... En plena adolescencia y de la mano de mi padre, aprendí a ver el cine desde dentro, a comprender lo que era un plano largo, una secuencia, y a valorar una puesta en escena. Por mis años, fué mucho mas tarde cuando descubrí al maestro Visconti, caí sucumbido por su Gatopardo, Muerte en Venecia, Senso, Bellísima, Rocco y sus hermanos, y cuando tuve edad en Paris presencié La Caída de los Dioses, mas tarde vinieron Luis II de Baviera, donde veneré a Romy y donde me caí estupefacto ante la soberbia interpretación de Helmut Berger, Confidencias la tengo en un lugar íntimo de mi corazón y El Inocente, como obra que da punto y final a toda una inigualable filmografía, la he visto mas de seis veces. Visconti para mi es Dios, su cine es como un cuadro que toma vida, que te entrega lo mas bello que existe sobre la tierra, y desnuda a sus personajes, como si del baile de Gilda se tratase, pero sin desprenderse del guante de seda. Luchino es mi libro de mesilla, mi banda sonora, razón de querer ser mas cinéfilo todavía y aprendo mucho cuando a solas, en silencio, pongo uno de sus Films de culto que han pasado a la historia del Cine como obras inmortales. Tenia que exteriorizar estos sentimientos, quiero que los jóvenes y el mundo compartan este amor, porque él me ha hecho mejor persona, y mejor hombre.
Visconti fue rodando la película, enfermo, mientras muchos
admiradores se acercaban a rendirle pleitesía, porque el maestro representaba la
historia del cine italiano, ya que todo su cine abarca un tiempo ido, la
recreación de todo un mundo fastuoso que se ha ido para siempre. La imagen del
inocente, el niño recién nacido, expuesto en la ventana, al frío de diciembre,
nos sobrecoge, porque vemos en la mirada de Tullio a un hombre atormentado, que
lo ha tenido todo, pero no ha disfrutado de nada, ni de las mujeres ni de la
riqueza de su posición. La muerte de Tullio es la de un testamento
cinematográfico que pesa en nuestra mirada, la última de un corolario de muertes
escénicas, donde nos recuerda las imágenes del gran Dirk Bogarde en Muerte en
Venecia, la de Frank Mahler, en la inolvidable Ludwig, otro fresco portentoso,
el príncipe de Salina en El gatopardo o la del profesor en Confidencias,
película de gran hondura del último Visconti. La música de Chopin, de Mozart o
Litsz acompañan esta película, donde Visconti filma la culpa de un hombre
atormentado por la vida, un hombre que vierte en un inocente, un recién nacido,
todo su desprecio por su condición humana. Por ello, el crimen es mayor, no
podemos exculpar a Tullio, un Giannini esplendido como siempre en todo lo que
hace y con una mirada que traspasa la pantalla.....Tullio ha cometido el mayor
de los pecados, matar un inocente, es un nuevo Herodes en este testamento
impecable de un director santificado por los dioses: LUCHINO VISCONTI.
La infidelidad de la vida matrimonial, ha sido siempre un tema
de gran atracción para cualquier vertiente del arte; teatro, poesía, novela,
música, pintura… y por su puesto del cine. Son muchas las películas que tratan
este asunto, y muchos Films llamaron mi atención por tal motivo, en este momento
escribo sobre El inocente, de Luchino Visconti. Bajo el filtro más kitsch que
Visconti puso en su filmografía se nos presenta la historia de una pareja de
época, casada por conveniencia , y que aparentemente han llegado a un acuerdo
por el que él hace su vida y ella la suya. Aunque parezca una historia simple de
infidelidades, es bueno recordar que nuestro director era un maestro en encarnar
sentimientos, ideas y conceptos complejos en personajes de carne y hueso, cuya
piel y aspecto son sólo cáscaras de ideas mucho más profundas que crecen en
ellos, y que reflejan la sociedad. Y este filme, último de su carrera, puede que
tenga más que decir que muchos otros, o tal vez, mucho más en serio. Se dice que
cuando uno está al borde de la muerte, o es consciente al menos de que no le
queda mucho tiempo, ve el mundo desde otra perspectiva. Dicen que muchos ateos
se hacen creyentes, que otros con rencores perdonan, que muchos que tienen cosas
que decir las dicen…¿Cómo afrontó Visconti al borde de la muerte su propio fin y
el de los ideales que siempre defendió? ¿Cómo se resuelven los dilemas internos
y las convicciones al final del recorrido?... El inocente no sólo nos abre el
abanico de la reflexión con el dilema de la infidelidad, sino que abarca muchos
dilemas sociales e ideológicos que le dan un triste sabor a fin del tercer acto
en la vida del director, una enorme tristeza para aquellos que amamos su cine y
su venerada persona. Los ideales, ¿durante cuánto tiempo se mantiene vivos?
¿Durante cuánto tiempo es un ideal correcto o aplicable? Por lo general muchas
de las ideas y principios de la gente no suelen aplicarse a uno mismo, y se
espera que sea el resto quienes los comprendan. Con este filme se nos pone a
todos contra la pared y junto a nosotros a toda la sociedad e ideales que él
mismo como hombre liberal sexual y socialmente hablando llevo durante su vida.
¿En qué me puedo basar para hacer tan rotunda y arriesgada afirmación? En un mas
íntegro visionado, concentrado cada personaje y su comportamiento, o buscarle a
cada uno un paralelismo en nuestra propia vida. ¿Por qué Tullio termina por
suicidarse si asegura no tener remordimientos?. El cambio de carácter del
personaje va muy en concordancia con la desaparición de sus convicciones. El
momento en que nuestro protagonista es consciente de la relación entre su mujer
y un escritor sus celos, aparentemente inexistentes por sus ideales modernos
afloran y entran en acción. Aunque parezca reconocer que ella es libre igual que
él, eso no lo es del todo. Aparece para Tullio en forma de embrión la prueba y
consecuencia de la infidelidad de su mujer, y a la vez de sus ideales de
libertad. Cuando sabe que su embarazo va creciendo, Tullio sabe cuál es la
solución: un aborto. Pero ante su sorpresa, el aborto no está en mente de su
mujer, quién decide seguir adelante con su embarazo, y cargar con aquello que ha
engendrado a escondidas.
Tullio se defiende dando un inquietante
discurso sobre su forma de ver la situación, tan comprometido y apasionado como
un adolescente rebelde que oye por primera vez el término rebelión y considera
ese su nuevo camino, aunque sus palabras le hieran:
- " ¿Un delito? En cambio sí puedes dar tranquilamente
mi apellido a un extraño. ¿No te parece eso un delito?... He dicho que quiero
ayudarte. Te amo y no siento rencor por lo que has hecho… Has dicho que acabó,
que es algo que quieres olvidar. El delito es lo que quieres cometer… Yo soy
ateo, eso no significa que no me preocupen los problemas morales, al contrario,
me los planteo con plena conciencia. Nunca delego en nadie las decisiones que
tengo que tomar, asumo la responsabilidad conscientemente. Yo sé que mis pecados
no se remedian con el arrepentimiento o imponiéndome un castigo. Soy un hombre
libre, mi sola patria es la tierra porque vivo provisionalmente, mi historia
empieza y acaba aquí, y yo no tengo un infierno que temer ni un cielo que
esperar. Sólo podemos contar con nosotros mismos. No es fácil lo que te
propongo, es una solución que afronta la verdad de la existencia, que no busca
refugio en la fe, en un Dios confeccionado por nuestra fantasía "-.
Tullio se enfrenta al final de la película con que su amante,
la única que parece comprenderle, le hace saber que lo considera un monstruo, y
que aunque él le pidiera estar junto a él se negaría. Una conciencia que juzga
su conducta, a pesar de estar seguro de que ningún tribunal de los hombres
podría juzgarlo jamás. ¿Pero acaso el tribunal personal no puede resultar igual
o aún más doloroso?. Es decir, que en El inocente nos encontramos con: un lado
moderno y liberal, un lado tradicional y sumiso y una conciencia. Sin embargo,
los tres lados colisionas y se intercambian los finales.
Visconti siempre fue un defensor de los derechos y las libertades, un
aristócrata homosexual seguro de sí mismo de una vasta cultura y mucha
experiencia. Creo no equivocarme al pensar que Visconti, al final de su vida, no
vio que cambiara demasiado todo lo que le había llevado tras la cámara: su
batalla la libraba a través de los fotogramas. El mundo, en especial Europa, no
avanzó demasiado. Ahora es más evidente que nunca. Cuando las vanguardias y los
primeros liberales empezaron a actuar, la atmósfera de felicidad y ansias de
cambio se vieron aplastada por las dos guerras que dejaron muda a Europa, hasta
que poco a poco los artistas, cumpliendo con su papel, empezaban a buscar
tímidamente identidades perdidas, que les permitieran levantarse y mirar hacia
delante. Visconti vivió eso. Su país fue uno de los peor parados, y aunque a él
no le afectase, siempre fue crítico y sobre todo un gran comunicador de
testimonios, de eventos que no se deben repetir. Ha tratado el interior humano
desde múltiples perspectivas. Pero El inocente carece de un espíritu de
divulgación anti-guerra, o de odas a la belleza perdida. El inocente tiene un
amargo sabor a final de pensamiento, y sobre todo a insatisfacción por una forma
de vida, que tiene mucho que ver con nuestra actual forma de vida, aunque alguno
no esté de acuerdo.
Carecemos de principios que nos hagan seguir un destino, la
modernidad se ha quedado hueca, como el vacío que siente nuestro Tullio al
final, cómo él como ser humano puede llegar a sentir cuando ya no hay un Dios al
que seguir, una meta que alcanzar o algo que cambiar.
-" Llega un momento en que se deja de vivir, y se empieza sólo a existir. Lo
peor es que no nos damos cuenta. Y si desgraciadamente nos damos cuenta, nos
aferramos a la vida eterna…¿Está el mundo al borde del caos? ¿Qué le queda al
ser humando cuando no se tiene ni a sí mismo ni a Dios?. El día que no sienta
ningún placer por la vida… ninguna curiosidad, me mataré...No te duermas Teresa,
quiero demostrarte que sé acabar con todo."-.
Es curioso que Visconti decidiera que el último plano de su
última película sea la figura de una mujer que corre por un patio con niebla y
que congelada nunca llega a su destino. Visconti daba oportunidades a sus
personajes haciendo uso del paso de la noche a la mañana, como la que le es
concedida a Gustav von Aschenbach en Muerte en Venecia. Sus oportunidades
acabaron, ya que murió poco después del rodaje de ese plano. Así que en un gesto
de arrogancia me consideraré, junto con todos los demás espectadores, portadora
de esa nueva oportunidad que Visconti nos da a todos, de cambiar algo o, por lo
menos, de intentarlo y de ser siempre fiel a los ideales, y afrontar cambios y
eventualidades, ya que como persona madura, cuando me paro a pensar en lo que
mas amo, como es el cine, pienso si todo me servirá de algo. Pero mi ánimo se
dispara cuando tengo ante mi un plano de cualquier obra del maestro italiano y
eso contesta a mis dudas. Nadie como Visconti pudo rodar dos películas sobre la
nobleza italiana en tiempos diferentes, EL GATOPARDO y EL INOCENTE, con una
exquisita dirección, belleza, matices y con actuaciones que, vistas con el
tiempo, son sublimes en ambos casos. El Inocente, espléndida en su
planteamiento, nos introduce de nuevo en el mundo del propio director que
también conocía, desenmascarando su hipocresía, sus falsedades y sus
miserias...y mostrando, ¡cómo no! la belleza de esos aristócratas. Laura
Antonelli bellísima y Jennifer O´Neill, una actriz maravillosa, elegante, de
mirada incisiva y con sobrados recursos profesionales y que no olvidemos, fué
uno de los rostros más bellos de los setenta. A su lado Giancarlo Giannini cuya
actuación me enamoró totalmente, queda a la altura de lo que puede esperarse en
una obra de Luchino Visconti. Este film fue el testamento de uno de los más
grandes directores que han existido nunca.
GRACIAS MAESTRO
Excelente obra póstuma de un director innovador, que aportó al cine belleza,
suntuosidad, crítica, denuncia y valiosos elementos de reflexión.
Maravillosa última cinta del maestro Luchino Visconti, que nos regala un trabajo
con todas sus señas de identidad, donde su perfeccionismo desborda la pantalla,
donde su colosal puesta en escena roza lo sublime. Nadie ha retratado en el cine
ha conseguido atrapar la esencia de la decadencia como Visconti, todos los que
después han venido han tenido que beber del maestro, donde la fotografía de
Pasqualino de Santis es portentosa creando el clima adecuado en cada momento
para imprimir el dramatismo necesario para cada tramo, el vestuario de Piero
Tosi es un actor más al servicio de la historia de estos aristócratas, los
escenarios creados por Carlo Gervasi sirven para envolver el relato un aire
rancio de turbadora sensualidad. Lo que la película plasma, Un precioso y
elocuente alegato contra la arrogancia machista, que ninguna mujer debería
perderse, y que los hombres deberían apreciar a ver si se bajan de esa nube en
la que muchos se encuentran subidos. Una colorida ambientación en el reconocible
ambiente aristocrático de Visconti, consolidan un filme de gran solidez
argumental y que permite al director italiano congraciarse con la dignidad
femenina por la que tan poco aprecio demostró a lo largo de su carrera.
Y en el aire quedan flotando las palabras de Teresa:
"¿Por qué los hombres con una mano nos
levantan hasta las estrellas y con la otra nos arrastran abajo?, ¿Por qué no
pueden dejarnos caminar por la tierra junto a ustedes, mujer junto a hombre,
criatura junto a criatura, nada más y nada menos?"
Gran película donde se amalgaman las piedras angulares de todo el cine de
Visconti y su filosofía vital, su visión de la aristocracia italiana que bien
conocía por haber pertenecido a ella, su hipocresía, sus pecados, su barroquismo
y su indefensión. Filmada con su habitual maestría, Visconti traslada la novela
a su particular visión cinematográfica, delicada y cuidada. En general, ver El
Inocente es entrar en un mausoleo donde se contempla la obra maestra y un film
de culto.
Película digna de ver mas de una vez y un
capitulo de esa enciclopedia que es el cine, donde sus hojas se dejan caer como
maná de un arte que nunca dejará de serlo.
GRACIAS MAESTRO